Tenía a mi personita enganchada al pecho. No me sentía en el partitorio, sólo, ella y yo, en simbiosis perfecta, acople total, paradas en el tiempo.
Aún tenía la oxitocina chutándome, esperando la tercera parte del parto, la expulsión de la placenta.
No era consciente del tiempo, hasta que la ginecóloga, de manera muy seria, me informó que hacía media hora del parto y aún no había sido expulsada.